5.4 Análisis comparativo y evolutivo de la respiración y la
fotosíntesis
La teoría endosimbiótica describe el paso de las células
procariotas (bacterias o arqueas, no nucleadas) a las células eucariotas
(células nucleadas constituyentes de todos los pluricelulares) mediante
incorporaciones simbiogenéticas.
Margulis describe este paso en una serie de tres incorporaciones
mediante las cuales, por la unión simbiogenética de bacterias, se originaron
las células que conforman a los individuos de los otros cuatro reinos
(protistas, animales, hongos y plantas).
Según la estimación más aceptada, hace 2.000 millones de años
(aunque una horquilla posible podría descender a la cifra de 1.500 millones de
años) la vida la componían multitud de bacterias diferentes, adaptadas a los
diferentes medios. Margulis destacó también, la que debió ser una alta
capacidad de adaptación de estas bacterias al cambiante e inestable ambiente de
la Tierra en aquella época. Hoy se conocen más de veinte metabolismos
diferentes usados por las bacterias frente a los dos utilizados por los
pluricelulares: el aeróbico, que usa el oxígeno como fuente de energía -único
metabolismo utilizado por los animales- y la fotosíntesis -presente en las
plantas-. Para Margulis, tal variedad revela las dificultades a las que las
bacterias se tuvieron que enfrentar y su capacidad para aportar soluciones a
esas dificultades.
A mediados de los sesenta, Margulis formuló lo que se conoce como
«Teoría de la endosimbiosis serial», que propone que la primera célula
eucariota de la Tierra, aquella célula de la que provenimos todos los animales
y las plantas, se formó mediante la fusión de tres bacterias preexistentes
completas, con los genes de cada una incluidos, por supuesto. Una de esas
bacterias aportó los andamios de microtúbulos, otras ciertas capacidades
metabólicas peculiares y la tercera (que se sumó más tarde a las otras dos) se
convirtió en las actuales mitocondrias. Esa célula eucariota primigenia empezó
a proliferar, y una de sus descendientes sufrió aún otra experiencia
traumática: se tragó a una bacteria fotosintética de la que provienen los
actuales cloroplastos.
Primera incorporación simbiogenética:
En primer lugar, un tipo de bacteria amante del azufre y del
calor, llamada arqueobacteria fermentadora (o termoacidófila), se fusionó con
una bacteria nadadora. Juntos, los dos componentes integrados de la fusión se
convirtieron en el nucleocitoplasma, la sustancia base de los ancestros de las
células animales, vegetales y fúngicas. Este temprano protista nadador era,
como sus descendientes actuales, un organismo anaerobio. Envenenado por el
oxígeno, vivía en arenas y lodos donde abundaba la materia orgánica, en grietas
de las rocas, en charcos y estanques donde este elemento estaba ausente o era
escaso.
Segunda incorporación simbiogenética:
Después de que evolucionara la mitosis en los protistas
nadadores, otro tipo de microorganismo de vida libre fue incorporado a la
fusión: una bacteria que respiraba oxígeno. Surgieron células todavía más
grandes, más complejas. El triplemente complejo respirador de oxígeno (amante
del calor y del ácido, nadador y respirador de oxígeno) se volvió capaz de
engullir alimento en forma de partículas. Estas células con núcleo, seres
complejos y asombrosos que nadaban y respiraban oxígeno, aparecieron por primera
vez sobre la Tierra quizá tan pronto como hace unos 2.000 millones de años.
Esta segunda fusión, en la que el anaerobio nadador adquirió un respirador de
oxígeno, condujo a células con tres componentes cada vez más preparadas para
soportar los niveles de oxígeno libre que se acumulaban en el aire. Juntos, el
delicado nadador, la arqueobacteria tolerante al calor y al ácido y el
respirador de oxígeno, formaban ahora un único y prolífico individuo que
produjo nubes de prole.
Tercera incorporación simbiogenética:
En la adquisición final de la serie generadora de células
complejas, los respiradores de oxígeno engulleron, ingirieron, pero no pudieron
digerir bacterias fotosintéticas de color verde brillante. La «incorporación»
literal tuvo lugar tras una gran lucha en la que las bacterias verdes no
digeridas sobrevivieron y la fusión completa prevaleció. Con el tiempo las
bacterias verdes se convirtieron en cloroplastos. Como
cuarto miembro, estos productivos amantes del sol se integraron con los demás
socios anteriormente independientes. Esta fusión final dio lugar a las algas
verdes nadadoras. Estas antiguas algas verdes nadadoras no sólo son los
ancestros de las células vegetales actuales; todos sus componentes individuales
todavía están vivos y en buena forma, nadando, fermentando y respirando
oxígeno.
Esta tercera incorporación originó el Reino vegetal, las
recientemente adquiridas células respiradoras de oxígeno fagocitarían bacterias
fotosintéticas y algunas de ellas, haciéndose resistentes, pasarían a formar
parte del organismo, originando a su vez un nuevo organismo capaz de sintetizar
la energía procedente del Sol. Estos nuevos pluricelulares, las plantas, con su
éxito, contribuyeron y contribuyen al éxito de animales y hongos.
En la actualidad permanecen las bacterias descendientes de
aquellas que debieron, por incorporación, originar las células eucariotas; así
como aquellos protistas que no participaron en alguna de las sucesivas
incorporaciones.
La evidencia de que las mitocondrias y los plastos surgieron a
través del proceso de endosimbiosis son las siguientes:
- El tamaño de las mitocondrias es similar al tamaño de algunas
bacterias.
- Las mitocondria y los cloroplastos contienen ADN bicatenario
circular cerrado covalentemente - al igual que los procariotas- mientras que el
núcleo eucariota posee varios cromosomas bicatenarios lineales.
- Están rodeados por una doble membrana, lo que concuerda con la
idea de la fagocitosis: la membrana interna sería la membrana plasmática
originaria de la bacteria, mientras que la membrana externa correspondería a
aquella porción que la habría englobado en una vesícula.
- Las mitocondrias y los cloroplastos se dividen por fisión
binaria al igual que los procariotas (los eucariotas lo hacen por mitosis). En
algunas algas, tales como Euglena, los plastos pueden ser destruidos por
ciertos productos químicos o la ausencia prolongada de luz sin que el resto de
la célula se vea afectada. En estos casos, los plastos no se regeneran.
- En mitocondrias y cloroplastos los centros de obtención de
energía se sitúan en las membranas, al igual que ocurre en las bacterias. Por
otro lado, los tilacoides que encontramos en cloroplastos son similares a unos
sistemas elaborados de endomembranas presentes en cianobacterias.
- En general, la síntesis proteica en mitocondrias y
cloroplastos es autónoma.
- Algunas proteínas codificadas en el núcleo se transportan al
orgánulo, y las mitocondrias y cloroplastos tienen genomas pequeños en
comparación con los de las bacterias. Esto es consistente con la idea de una
dependencia creciente hacia el anfitrión eucariótico después de la
endosimbiosis. La mayoría de los genes en los genomas de los orgánulos se han
perdido o se han movido al núcleo. Es por ello que transcurridos tantos años,
hospedador y huésped no podrían vivir por separado.
- En mitocondrias y cloroplastos encontramos ribosomas 70s,
característicos de procariotas, mientras que en el resto de la célula eucariota
los ribosomas son 80s.
- El análisis del RNAr 16s de la subunidad pequeña del ribosoma
de mitocondrias y plastos revela escasas diferencias evolutivas con algunos
procariotas.
- Una posible endosimbiosis secundaria (es decir, implicando
plastos eucariotas) ha sido observado por Okamoto e Inouye (2005). El protista
heterótrofo Hatena se comporta como un depredador e ingiere algas verdes, que
pierden sus flagelos y citoesqueleto, mientras que el protista, ahora un
anfitrión, adquiere nutrición fotosintética, fototaxia y pierde su aparato de
alimentación.
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